LOS MUSLOS SOBRE LA GRAMA
Escribo por la muchacha que vi correr esta mañana por el cementerio,
la que trotaba ágilmente sobre los muertos. Ella
corría y su cuerpo era una pluma de ave que se mecía con-tra la muerte.
Entonces dije que en este reino el deporte no
era bueno sólo para la alegría del corazón sino también
para el orgasmo de la vista.
Al verla correr con sus pequeños
shorts transparentes deduje que los cementerios no tenían por que ser tristes,
el galope acompasado de la chica daba
otra perspectiva al paisaje: el sol adquiría un tono rojizo, su
luz tenue se clavaba dando vida a la piel, los mausoleos
brillaban con su cabellera de oro, y volví a pensar que la
muerte no era un tema de lágrimas sino más bien de gozo
cuando la vida continuaba vibrando con los muslos sobre
la grama.
VOY A ESCRIBIR ALGO
Imagino que voy a escribir algo sobre el perro que mira
extasiado los cristales o sobre el blancor intenso del árbol
que permanece de pie como un enorme ángel con espaldas.
Imagino que voy a subirme a los pinos para tomar fotos de
los copos de nieve que se van deshaciendo sobre la arena.
Pienso en pedir al cielo la gracia de la lluvia fresca.
Desnudo,
rezo.
Los cerros desesperados se agarran del sonido de laluz del sol que nos derrite,
y las rosas amarillas susurran en
el patio con mi perro.
MI PERRO OBSERVA
Parece que finalmente llegará la lluvia: mi perro observa
atento como van llegando las nubes gordas por detrás de
los cerros. Escribo con las patas de mi perro penetrando la
arena del árbol más grande del jardín.
Cuando la lluvia llega
hay una mezcla de alegría y tristeza, algo que no se puede
explicar con palabras.
De pronto cambia el tono del paisaje,
las astillas de la luna se clavan en la ventana que da a la
sala, el árbol alumbra el patio sin hojas, y los geranios
cambian el color del cielo.
El cielo rojo envejece con las
nubes y mi perro le saca la lengua a los pájaros muertos.
UN GORRIÓN EN LA CASA DE LOS ONCE PATIOS
Insisto en que deberías huir volando por el patio de los
geranios sin mirar el cielo de las rosas.
Luego podrías escribiralgo en el patio de Homero,
y buscar algún amor en el patio
de la Pasión.
Deténte en el patio de Virgilio, y mira como la
trémula luz del agua en un jarrón de barro reverbera la luna
que se eleva con tus alas por este cielo.
Recuerda que
bajando el callejón te dije: "mejor es que te vayas a volar
con las garzas del lago de Patzcuaro o acabarás tendido en
el patio de los Callados".
Cerraste tus alas llenas de frío
mientras tu vendedor, desde su jaula negra, trataba deconvencerme para que te llevara a mi patio lleno de pinos-ahí donde el espíritu se extravía en la ociosidad- sin sa-ber que tú eres el maestro del presagio, el que nunca cesa
de pensar.
Miguel Ángel Zapata (Perú, 1955). Ha publicado, entre otros libros, Cuervos, Universidad de Puebla, México, 2003; El cielo que me escribe, El Tucán de Virginia, México, 2002, Premio Latino de Literatura 2003; Moradas de la voz. Notas sobre la poesía hispanoamericana contemporánea Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 2002; Nueva poesía latinoamericana, UNAM, México, 1999; Metáfora de la experiencia. La poesía de Antonio Cisneros, Universidad Católica del Perú, Lima, 1998; Lumbre de la letra, El Santo Oficio, Lima, 1997. Es profesor principal de Literatura Hispanoamericana en Hofstra University, Nueva York.
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